Juguemos a enamorarnos, como tantas otras veces, hagamos como que nos queremos para luego salir corriendo en el ultimo momento. Juguemos a que nos conocemos, juguemos a las miradas indiscretas y a los piropos subidos de tono. Y luego, cuando se nos vaya de las manos, cuando no seamos capaces de frenarlo, cuando la verdad se abalance sobre nosotros sin remedio, juguemos de nuevo a esquivar problemas.
Alguien dijo que los finales felices no existen, difrutemos entonces de los principios.
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