viernes, 21 de septiembre de 2012


Debería estar preparando las clases de la semana, o al menos planteándomelo. Pero no. Estoy sentada en mi habitación con la cabeza muy lejos de aquí, a unos mil quilómetros, recordando la noche que llegué. Me dolía el oído y estaba sola en el aeropuerto maldiciéndome a mi misma por no haber podido ir con todos por la mañana. Cuando me recogieron y llegamos a casa me sentía fuera de lugar… ¿sabes eso que notas cuando sientes que sobras? Pues así me sentía.
Fue una situación muy extraña, decidimos ir a dormir pero nadie se movía… las parejitas no querían mostrar que querían dormir juntos y los demás esperábamos a que ellos eligieran habitación para movernos. Finalmente una se levantó y se fue a la habitación dándole a entender a su acompañante que dormían allí y que le esperaba. Viendo que la otra pareja no se movía me levanté y decidí irme a la otra habitación. Al momento una de mis mejores amigas estaba allí, como siempre, sin dejarme sola. La sensación de estar en el sitio equivocado no conseguía abandonarme. Menos mal que al día siguiente todo cambió.
Esa sensación se difuminó en cuanto nos subimos al coche para cambiar de ciudad, es como si mi organismo hubiera decidido dejar todo atrás con el portazo que cerraba la puerta. Y no sabes hasta que punto me alegro de haberlo hecho. A partir de ahí mi real “yo” apareció y no se fue. La confianza con la gente cada segundo iba a más y pasamos unos días realmente diferentes y divertidos. Aunque la decepción puede llegar en cualquier momento, y lo ha hecho. Aún así estoy feliz. Me llevo tres personas nuevas súper especiales… es probable que me decepcionen en algún momento, pero hasta entonces… ¡qué feliz me hacen! Y para mis amigas de siempre decir que me hacen feliz se queda corto.
Gracias por el viaje.

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